martes, 18 de marzo de 2008

Alicia Larraín de Zaldívar: “Adolfo no se pone máscaras”


La placidez de la casa con muros de adobe que comparte con Adolfo Zaldívar –y que fue ampliada por ella misma respetando el estilo colonial de esta construcción que sirvió de llaverías de las Casas de Lo Matta– tiene mucho que ver con la forma de ser de Alicia Larraín Chaux. Titulada como diseñadora de la Universidad Católica, con distinción máxima, ella misma se declara una artista por vocación, y las innumerables obras de su luminoso taller, a un costado del jardín, la delatan. También las inmensas instalaciones ambientales, como las que presentará a mediados de año en el Bellas Artes y en la galería Animal, en noviembre. Mientras trabajaba en esos proyectos y concluye su segundo año de un postítulo de Semiótica en la Universidad de Chile, le tocó enfrentar la expulsión de su marido de la Democracia Cristiana. Capítulos como éstos, asegura que los unen más. “La vida es así, las cosas fuertes no son disuasivas, sino que inclusivas. Afortunadamente soy muy positiva”, cuenta de entrada. Tras 34 años de matrimonio, aunque pololearon desde los 15, con una importante interrupción en que ella partió al extranjero y cada cual se casó y tuvo dos hijos por su lado, hoy comparten una familia de ocho hijos, siete nietos y una mirada de la vida –y de la política- que la convierten en la admiradora número uno del controvertido senador colorín. Por eso, no dudó en firmar la polémica carta, junto a cinco de sus cuñados, anunciando su categórica renuncia a la Democracia Cristiana. Un claro signo que contrasta, a juicio de Alicia, con la realidad política actual y que tiene mucho que ver con sus recientes estudios de semiótica: “En estos tiempos se ve al ser humano tapado. ¿Cuánta gente es libre, sin máscaras, para mostrar lo que es realmente? Todo el mundo se va poniendo muchas envolturas y máscaras para enfrentar distintas situaciones”. -¿Incluido su marido?-Adolfo es como lo opuesto a eso, porque no se pone máscaras. El es muy valiente y veraz y se enfrenta a las realidades descarnadamente. Tiene un muy buen olfato político, ve por dónde van las cosas. No tiene doble discurso. Y si ve que las cosas van por un lado que está contra sus valores o principios, o que le parece mala estrategia política o económica, lo dice sin ningún problema. Pero eso choca, porque a la gente a veces le acomoda más lo políticamente correcto. Pero yo se lo admiro y valoro.-¿Estimulándolo en su crítica?-Absolutamente. Cuando me pregunta, soy la primera persona en decírselo. Me decepcionaría mucho si Adolfo no fuera como es. En eso, él marca la diferencia. Y cuando habla de hacer un “nuevo referente” se refiere a esta nueva manera de hacer política, enfrentando las cosas, sin velos ni tapados. Eso no quiere decir que la gente no se equivoque. Todo el mundo se equivoca, pero una de las cosas por las que me ha decepcionado la política, y creo que es una de las causas por las que mucha juventud no participa, es por la violencia con que se descalifica las opiniones ajenas.-Lo mismo podrían decir sus adversarios de su marido...-Cuando Adolfo se enfrenta, me gusta que lo haga con mucha claridad y fuerza. Siempre lo he apoyado y eso hace que uno lo respete y esté orgullosa. Pero cuando lo expulsan por eso, resulta como absurdo.-¿Por qué denunciaron en su carta una “escalada” contra Adolfo Zaldívar? -Porque hubo agresividad y una cantidad de adjetivos contra él como “tumor maligno que hay que extirpar”. Y después se dijo que “no se contesta una carta con injurias”. Incluso pensaban que Adolfo la había escrito. No eran insultos, sino que razones. Porque todas estas cosas desalentadoras y violentas no son sólo de ahora, sino que las he visto desde mucho antes. Por ejemplo, en esa Junta Nacional, cuando se estaba dirimiendo la precandidatura dentro de la Democracia Cristiana, entre Adolfo y Soledad Alvear, quedé impactada cuando Adolfo tomó la palabra e inmediatamente empezaron a sonar unas batucadas con un volumen tal para acallarle la voz. Además hubo una gran cantidad de teléfonos celulares orquestados sonando todos al mismo tiempo. ¿Si eso no es ferocidad!, ¿qué es? Eso es violencia: no dejar hablar a una persona en forma poco educada.-Pero también en la carta se violenta a Soledad Alvear, denunciando su “desmedida ambición presidencial”...-No quiero entrar en ese tema. He firmado la carta, pero no quiero entrar yo en adjetivos personales hacia nadie, porque no es mi estilo. Sí puedo hablar de lo que vi que sucedió en el entorno alrededor de Adolfo, porque cuando le llegaba a él, me llegaba a mí. Pero no quiero yo empezar a arrojar frases.-Pero del otro lado también dicen haberse sentido atacados, desde hace bastante tiempo, por su marido...-Me imagino. Por supuesto que en todo hecho en la vida siempre hay dos puntos de vista. Y cada cual lo ve desde su mirada, pero ojalá la tónica fuera la de la no agresión y que triunfaran las verdades, y que las cosas no se hicieran con esa escalada de violencia. Por eso precisamente yo no he estado más activa políticamente, porque no entro en ese tipo de cosas.Una marca de familia-¿Cuál fue la verdadera motivación de publicar una carta tan fuerte para la DC como la que firmaron usted y sus cuñados?-La carta fue escrita por el mayor de los hermanos, Alberto, quien es muy inteligente y político, y después nos contactó para que la firmáramos. Lo hizo con mucho rigor y fuerza, que es una marca de la familia, la que fue pionera en la Democracia Cristiana. Ellos han sido marcados por el humanismo cristiano, pero se encontraron con esta forma de hacer política, con esta situación tan absurda y desalentadora. Adolfo, además, fue el refundador del partido. El que lo reinscribió, cuando se habían acabado todos los partidos.-Por eso la inscribió a usted como la militante número uno.-Claro, él me pidió: “Simbólicamente, ¿usted puede ser mi ficha número uno?”. Hasta ese momento no me había inscrito en ningún partido, pero le respondí: “Me está pidiendo lo que nunca pensé hacer. Pero como comulgo con sus ideas absolutamente y usted me merece el más grande respeto, seré su ficha número uno”. Pero cuando a Adolfo lo expulsaron, desde ese mismo momento dije que dejaba el partido. Inmediatamente, empecé a preguntar cómo salirme, pero se me dijo que era mejor hacerlo familiarmente y esperar, porque yo políticamente no tengo peso, pero la familia Zaldívar sí. “Además de toda la parte política que expuso Alberto en la carta, yo aporté los sentimientos desde el lado sensible, como artista, de que para mí es muy desalentador lo que ocurrió. Fue muy doloroso y preocupante”.-¿Ha sido el momento más doloroso que les ha tocado enfrentar?-También hubo incomprensión de mucha gente cuando Adolfo quiso reinscribir el partido, antes del plebiscito, ya que eran tiempos en que estábamos con las cacerolas y con la desobediencia civil, con el país muy convulsionado y violento. Pero Adolfo, al revisar la Constitución, lo planteó como una estrategia, ya que se dio cuenta que los partidos podían tener voz y voto siempre que se inscribieran. Sin embargo, se le vino todo el mundo encima, le dijeron las peores cosas y lo acusaron de traidor.-En la carta faltó la firma de Andrés Zaldívar. Ese hecho, ¿no le restó peso político?-Son situaciones diferentes, porque Andrés tiene su propia percepción de las cosas. No le cuestiono esa opción, porque tiene derecho a tenerla. Esa es una postura política, porque los lazos en una familia son de otro tipo.-¿No se han afectado los lazos entre ellos?-En todas las familias se da que existen posturas diferentes, y eso es justamente lo que las hace libres. Fantástico que todo el resto de los hermanos hayan firmado, y si Andrés no lo hizo, es su postura; ¿quién soy yo para cuestionarla?-Tampoco se desafilió la hija de él, Ana María, ni los de ustedes...-Yo no puedo responder por ella y no me puedo meter. Hay tres de mis hijos que militan en el partido, pero no corresponde en este momento hacer un escrutinio público de quién milita o contestar por los hijos cuando ellos ya son mayores de edad.

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